Por
Modesto Lule MSP
Anécdota con reflexión
Hace
varios años me regalaron cuatro tortugas del tamaño de una pelota de golf.
Todas estas vivían en una pequeña pecera. El tiempo pasaba y yo les daba de
comer y les cambiaba el agua, aunque no muy seguido. Pero un día una de las tortugas comenzó a
tener su caparazón muy blando.
Pensé
que era por una forma propia de ellas. A la semana siguiente estaba muerta.
Pasó otra semana y noté que otra de las tres tortugas que quedaban adquirió la blandura
en su caparazón. Murió y así murieron tres de las cuatro que tenía. Todas
comenzaron a tener su caparazón muy blando y después morían. Tuvimos que ir al
pequeño acuario donde venden peces y tortugas para preguntar sobre el cuidado
de los quelonios (otra forma de
llamar a las tortugas). Me preguntaron que si les cambiaba el agua de la pecera
todos los días, a lo cual respondí que no. Me preguntaron que si les daba de
comer constantemente yo les dije que sí, pero que casi no comían. Me
preguntaron que si tenían calentador a lo cual respondí que no. El vendedor de
dicho lugar me dijo que ahí estaba el problema. En primer lugar a las tortugas
hay que cambiarles el agua; en segundo, hay que darles de comer; y por último
hay que colocarles un calentador para que el agua se mantenga en una
temperatura entre los 24 y 29 grados centígrados. Si el agua es demasiado fría
las tortugas pierden el apetito, no comen y por ende mueren. Pero también hay
que darles de comer y sobre todo hay que cambiar el agua todos los días.
Con
todo esto he pensado que la vida familiar muchas veces (utilizando la metáfora) puede ser como esa pecera y esas tortugas.
En la vida de matrimonio nunca debe ser la misma agua, se tienen que renovar
todos los días. Nunca deben ser los mismos tratos, las mismas palabras, las
mismas actitudes, los mismos gestos, si se hace, puede llevar a la rutina, a la
monotonía. El agua estancada se pudre y se hace fétida, insoportable. De igual
manera en muchos matrimonios o familias puede suceder esto. La vida echa rutina
cansa y se hace insoportable, necesita entonces vitalidad, frescura, jovialidad
y alegría para que sea siempre agradable. Me recomendaron cambiar el agua todos
los días. Yo ahora le digo a usted, cambie el agua de su vida, Jesucristo es la
fuente de agua viva. (Jn. 4, 14)
Tenga siempre presente a Jesús en su vida; acérquese a los sacramentos, haga
oración, reflexione la Palabra de Dios. Esto es cambiar el agua. También en el
acuario me dijeron que le comprara un
calentador. Yo ahora le digo, nunca deje sin calor a su familia. Se puede
enfriar el ambiente, y al mismo tiempo pueden morir los que vivan dentro.
Siempre brinde calor: un tiempo para compartir la vida, pasear, platicar,
divertirse, convivir. Eso da mucho calor en la familia. Y por último, dele de
comer. Alimente a su familia con las buenas obras, con el testimonio, con la
caridad. No les abandone.
Después
de las recomendaciones me regalaron otras tres tortugas y pasados los meses dos
más. Cuando me acerco para darles de comer o cambiarles de agua nadan de un
lado para otro, no sé si es porque se asusten o por alegría, pero lo que sí sé
es que siguen vivas y cada día crecen más tanto así que ya tuvimos que sacarlas
de esa pecera y colocarlas en una tina de plástico enterrada en la tierra. Les pusimos una
tabla que entra a la tina para que ellas salgan a tomar el sol y si quieres
caminar por el pasto del jardín lo hagan con total libertad. Espero que esta
anécdota te ayuda a reflexionar y a trabajar con amor en tu familia.
Hasta
la próxima.
que linda reflexión apegada a los hechos! Saludos! Dios le siga iluminando para seguirnos dando buenos consejos.
ResponderEliminarBonita tu anécdota padre Lule. Es muy tierno ver que un varón le gusten los animalitos. Dtb.
EliminarMe encanto la anécdota Padre, recuerdo cuando Ud contó en el programa acerca de esas tortugas que se le murieron, Encuentro una gran enseñanza, muchas gracias por compartirla.
ResponderEliminarQué Qué hermosa reflexión y cuánta verdad en ella muchas gracias padre lule Dios le siga bendiciendo
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