Ayer
vino la hermana Carmen a mostrarme algunas papas. Me dijo que eran de su
huerta. Una huerta donde siembra algunas hortalizas. Unas salen otras no. A
veces es el terreno que no se preparó adecuadamente otras el tipo de hortaliza
que no es propio de la región. Estas papas estaban del tamaño normal. Eran algo
grandes y parecían a las que ponen en los supermercados para promocionar la
venta.
Hay
un cuento que narro muy seguido porque tiene mucha enseñanza. Dice que un
ingeniero agrónomo recién egresado llegó a un rancho y buscó al anciano del
pueblo. En Provincia todavía se respeta al anciano. Ellos al tener más edad
tienen experiencia y por la experiencia tienen sabiduría. Al tener experiencia
y sabiduría tienen autoridad moral y por lo tanto son dignos de respeto. Esto
se olvida en las grandes urbes y en otras no tan grandes, pero algunos que
creen que son de las grandes urbes tratan a los ancianos como los de las
grandes urbes. En las grandes urbes muchos dejan a los ancianos en un lugar a
puerta cerrada conviviendo con otros ancianos. Los visitan cada que quieren y
los tratan como si fueran niños. Pero esto solamente en las grandes urbes y las
personas que piensan que están en las grandes urbes. Eso pues es harina de otro
costal. El cuento dice que en ese pueblo al anciano se le respetaba y este neo
ingeniero agrónomo (neo significa nuevo, reciente) buscó al anciano para
preguntarle algunas cosas. – Disculpe don Romualdo, ¿aquí sale zanahoria?
– No
joven, aquí no sale zanahoria.
– Y ¿aquí sale jitomate?
– No joven, tampoco
sale jitomate.
–
Disculpe, ¿y rábano?
– No, pues ni rábano.
– ¿Y si sembramos frijol?
– Bueno,
si sembramos si sale. Aquí las cosas no salen así nada más, hay que sembrarlas.
La
vida es así, hay que sembrar para cosechar. La familia que se queja de que sus
hijos no les hacen caso deben preguntarse si sembraron en ellos valores. Si los
esposos no se respetan deben preguntarse si sembraron respeto desde que se
conocieron. Si la sociedad sufre por la violencia debe preguntarse que se ha
sembrado en las familias, ya que las familias son las células de una sociedad.
Cosechamos lo que sembramos en nuestra persona y en nuestra relación con los
demás.
En
la Biblia en la carta a los Gálatas capítulo 6 versículo 7 y 8 dice: “No se engañen ustedes: nadie puede
burlarse de Dios. Lo que se siembra, se cosecha. El que siembra en los malos deseos, de sus
malos deseos recogerá una cosecha de muerte. El que siembra en el Espíritu, del
Espíritu recogerá una cosecha de vida eterna”. Con nuestros actos, con
nuestras palabras, con nuestros pensamientos, con nuestra escritura, con
nuestros dibujos, con todo sembramos. Y el fruto de eso lo vamos a cosechar
tarde o temprano. Quizá no en esta vida, porque no todo lo podemos cosechar en
esta vida, pero es seguro que lo vamos a cosechar. La misma palabra de Dios nos
dice en la 2da carta a los Corintios capítulo 9 versículos del 6 al 8: “Acuérdense de esto: El que siembra poco,
poco cosecha; el que siembra mucho, mucho cosecha. Cada uno debe dar según lo que haya decidido
en su corazón, y no de mala gana o a la fuerza, porque Dios ama al que da con
alegría. Dios puede darles a ustedes con
abundancia toda clase de bendiciones, para que tengan siempre todo lo necesario
y además les sobre para ayudar en toda clase de buenas obras”. Dios pues
nos pide que seamos generosos al sembrar y que a su vez sea de buena gana, con
alegría. Sembremos sonrisas, abrazos, consejos, respeto, justicia, amor,
generosidad, ternura, compasión, paciencia, comprensión y muchos valores más,
para que esta sociedad en la que vivimos cambie. Puede ser que te hayas
cansando de sembrar y no cosechar ahí donde quizá estás trabajando o estudiando
o, hasta en la propia familia, pero recuerda que lo que sembramos es para
cosecharlo principalmente en la vida eterna. Si en esta vida no alcanzamos a
saborear esos frutos sin duda lo haremos en la otra vida.
ORACIÓN
Señor,
no permitas que me desespere cuando me esfuerzo en ser un verdadero cristiano
ante personas insensibles y poco amables. No permitas que explote con malas
palabras ni con malas actitudes cuando el enojo venga a mi vida. Dame mucho
amor para sembrarlo en aquellos corazones que no te conocen y así cada día más
lleguemos a ser verdaderos discípulos tuyos anunciadores de tu reino y
sembradores de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo. Dame sobre todo
paciencia, porque es lo que más me falla. Pero también comprensión, ya que sin
ella no podré ver a los otros como hermanos.
Hasta la próxima y recuerda seguirnos en las redes sociales y en nuestro canal de youtube.
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