Desde hace muchos años
cuando voy a mi oración presento ante Dios las necesidades personales. Entre
ellas están las de mi vocación, mi familia y la gente que me rodea. Cuando
alguno de los que nos leen o nos siguen en la radio nos mandan un mensaje
diciendo algo breve de su situación y nos piden oración, claro que pedimos por
esa necesidad y nos ayuda a nosotros para tener una intención clara en nuestras
oraciones. Pedimos ante todo que se haga la voluntad de Dios y que les conceda
paz y fortaleza en el alma. Sé muy bien que cuando no hay paz y la
desesperación predomina se pueden cometer muchos errores. La fortaleza para que
por grandes que sean los problemas la persona no desfallezca ni se quiebre. Se
puede doblar, pero que no se quiebre. Que la luz del Espíritu Santo ilumine su
caminar y puedan enderezar sus pasos al sendero que lleva a la santidad. Yo sé
que Dios nunca nos abandona y que siempre está ahí llenando nuestra vida de su
amor y su gracia. Esa es una verdad que se mantendrá hasta la eternidad porque
Dios nos ama, pero en nuestro corazón también reside la cizaña sembrada por el
maligno que nos hace cerrar el paso a Dios y no le dejamos actuar en nuestras
vidas. Dios no violenta nuestra libertad, no transgrede con nuestro libre
albedrío. Y ahí se mantiene afuera de nuestro corazón esperando que le dejemos
entrar a nuestras vidas. Dios actúa si lo dejamos actuar.
Ayer un minuto antes de
entrar a mi momento de oración miré le celular para ver si había un mensaje
importante y miré una foto que me enviaba un compañero de hace muchos años en
la vida misionera. En la foto estaba él en una cama con una bata de las que dan
en los hospitales y me pedía oración. Naturalmente me conmovió esa foto y me
preocupé. No le pregunté que le había pasado. Muchas veces esa es la tendencia
natural, la de indagar sobre la vida o acontecimientos de los otros. Quizá
pensamos que al conocer la raíz o los orígenes de los problemas vamos a
poderlos ayudar mejor. Pude controlar esa tentación que me llegó a mi mente
como rayo. Le pregunté que si estaba ya mejor
y me dijo que recién salía de cirugía. Sin más, avisé a los otros compañeros conocidos
de él para que oráramos. Después me mandó decir que ya lo habían dado de alta y
que ya estaba en su casa. Le dije que iba a seguir pidiendo por él y que en
un rato más iba a celebrar misa y pediría
por él nuevamente.
Muchas veces nuestros
conocidos nos piden oración por su situación y al parecer nos preocupa más cómo
fue que sucedieron los problemas que originan pedir oración que orar por la
necesidad que nos presentan. No sé lo que realmente le haya pasado a este
hermano, pero hoy Dios me dice que lo que yo tengo que hacer es orar por él y
que esa debe ser mi mayor ocupación.
Elevo una oración por ti
que lees este escrito, Dios sabe tus necesidades y de tus problemas. Dios te
guarde en su amor y te conceda paz.
Hasta la próxima
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